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La ley Simeone

Luis García, ex jugador del Atlético de Madrid, nos habla sobre el líder más buscado de Europa.
jue 04 septiembre 2014 01:17 AM
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Simeone sacudió al futbol español al quedar Campeón con el Atlético de Madrid... - (Foto: Getty Images)

Tuve la fortuna, y a la vez el infortunio, de coincidir en la cancha contigo, Diego, en varias ocasiones; te sufrí como jugador del Sevilla y te padecí, aún más, como rival con la selección de Argentina. Siempre resultó incómodo enfrentarte: un constante y recoso reto.

Uno, como futbolista, identifica con meridiana claridad quién del gremio posee serios argumentos para sentarse en un banquillo, en un futuro, a campo, fue sencillo saber que tú ibas a dirigir; un designio, incluso, divino. La manera en como gritabas y ordenabas resultaba desquician, no solamente por lo efectivo de tus indicaciones, sino por la frecuencia de los gritos que emanabas.

Queda claro que tu raza competitiva no te permitía entender que se podía sucumbir y te gustaba llevar las situaciones al límite; tu feroz instinto te obligaba a pugnar por cada pelota con rabia que asustaba... y perder te descomponía el rostro.

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Como en las grandes leyendas, las premoniciones se cumplieron: abandonaste los zapatos, el sudor y el uniforme, y de inmediato empezaste a dirigir a Racing -en Argentina-. Desde ese preciso instante, tus correctos modales para la docencia brotaron de manera deliciosa, renovando el banquillo.

¿Cómo? Eres un líder afectivo, entiendes que el futbolista debe sentirse cobijado y seguro, posees la inteligencia emocional para darle el adecuado crédito a los tuyos en la victoria y te haces responsable de las caídas; sabes de lo mediático de tu figura, pero desapareces de la escena para que sean tus jugadores quienes ocupen el rol de protagonistas.

Eres un líder moderno: fusionas a la perfección la forma y el fondo; y eres un líder revolucionario: desde tu llegada al Atlético de Madrid, desafiaste las sombrías tendencias de tan sufrida entidad, cercenaste la triste historia de lágrimas y sufrimiento de este fabuloso club y la tornaste en carcajadas y gozo por los laureles conseguidos. Eres un líder insatisfecho, perfeccionista, no te conformas; pides y exiges más en cada entrenamiento, en cada concentración y en cada duelo.

Tu furibunda intensidad como entrenador está bien respaldada con argumentos, con estudio, con enseñanzas; eres un docente, más allá de un tipo que vocifera y es jefe por un simple nombramiento. Identificas que la autoridad debe ser ejercida, pero lo tuyo descansa en el convencimiento -arma sumamente poderosa-. Pero tú no impones: seduces, permites la confrontación de ideas, te gusta el debate y, al final, se hace lo que tú señalas, pero eso no te exime de escuchar y darle cabida al que piensa distinto a ti. Por ello persuadiste, incluso con facilidad, a un grupo de valerosos, salerosos y audaces soldados de que el camino correcto era el que tú indicabas; tu carisma y tu bravura se las trasladaste con bien a los tuyos y ellos abrieron los brazos y aceptaron tus razonamientos, inquietudes y estilo. 

Hace cierto tiempo vienes caminando con garbo como director técnico. Las bonanzas y tropiezos vividos en tus anteriores estadías, como en Racing, Estudiantes de la Plata, River Plate, Catania y San Lorenzo, fraguaron a un hombre de élite. Mucha de tu descomunal resonancia en el Atlético de Madrid es que conoces perfectamente las entrañas de tan peculiar club. Son escasas, e insisto, escasas, las historias de éxito en las que el que fue ídolo como jugador lo replica como entrenador. Tú eres de esos poco privilegiados. Estableciste un excelso vínculo con la ideología del "Atleti". Son muy exiguos los que enarbolan, como tú, la bandera colchonera; es por ello que la idolatría que el pueblo del equipo a la orilla del Manzanares te profesa. Es impecable, inaudita e irrepetible.

Por si todo lo antes mencionado fuera poco, eres un hombre de empresa y funcionas como un director general. Han emigrado varios virtuosos y caciques de tu plantilla, y en lugar de quedarte rabiando por tan dolorosos eventos, te abocas y empeñas con obsequiarle a tu presidente y a tu junta directiva posibles soluciones, la mayoría de las cuales han sido impolutas. Triunfas porque no solamente atiendes la cancha y la pelota: tus tentáculos abarcan las múltiples aristas que implica ser un entrenador, como las emocionales, comerciales, intelectuales, mediáticas, estratégicas, económicas y demás.

Diego Pablo Simeone, sencillamente eres un exquisito y visionario adalid. 

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