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Tener barba te hacía pagar este absurdo impuesto

El rey Enrique VIII de Inglaterra se le ocurrió la feliz idea de implantar un impuesto sobre la barba, bajo el argumento que traer barba era sinónimo de posición social.
lun 19 diciembre 2016 08:46 AM
Barba
Barba Uno de los impuestos más absurdos en la historia

Recientemente, la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México por iniciativa del Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, aprobó una modificación a la Ley de Vivienda donde se implementa un nuevo impuesto y que a la letra dice que “los incrementos en el valor del suelo derivados del proceso de urbanización, se considerarán parte de la riqueza pública de la ciudad”, es decir, que la plusvalía de cualquier inmueble será parte de la riqueza del gobierno local.

Dicha modificación ha generado polémica pues, aunque en teoría lo recaudado será “para proyectos sociales y en beneficio de la CDMX” (cosa que difícilmente se transparenta y se logra de acuerdo a lo que la experiencia nos ha enseñado) muchos han comenzado a decir que este impuesto absurdo terminará con la propiedad privada en la Ciudad.

Lo que pretendemos en Life and Style no es entrar en este debate sino hablar sobre algunos de los impuestos más “absurdos” que algunos gobernantes han tenido a lo largo de la historia: por ejemplo el impuesto a “traer barba” o un impuesto sobre la “orina”.

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Así es: en 1535, el rey Enrique VIII de Inglaterra se le ocurrió la feliz idea de implantar un impuesto sobre la barba, bajo el argumento que traer barba era sinónimo de posición social, por tanto había que graduar dicha posición con un impuesto.

Moneda rusa
La moneda que se exigía mostrar en Rusia si querías llevar barba

Poco antes de su muerte este impuesto se vio que era tan absurdo que fue cancelado. Sin embargo, cuando murió el rey su hija Isabel I de Inglaterra, reintrodujo el impuesto sobre la barba, gravando todas las barbas de más de dos semanas.

Sin embargo, tal vez el más famoso patriarca que retomó la idea feliz de Enriquito de Inglaterra (obsérvese que la coincidencia de nombre es mera casualidad con nuestro Enriquito) fue el emperador Pedro I de Rusia, conocido como Pedro El Grande, que en 1698 instituyó un impuesto sobre la barba para “modernizar la sociedad de Rusia”.

De acuerdo al emperador, Rusia tenía que adecuarse a la modernidad del resto de Europa (la de la sofisticación de París) donde era símbolo de refinamiento, estética e higiene no usar barba, así que instituyó un impuesto a los que la quisieran usar.

A la entrada de San Petersburgo se instauraron barberos que afeitaban a todo aquel que quería visitar o entrar a la ciudad. La medida levantó inconformidad, principalmente entre los ortodoxos Cristianos, para quienes llevar barba es símbolo de sabiduría, de acuerdo a su religión. A ellos se les exentó del impuesto. Pero el resto, tenía que pagar si quería llevar barba.

Además de pagar, eran obligados a llevar una “ficha de barba”, es decir, una moneda hecha de cobre o de plata, con un águila rusa a un lado y, en el otro, la parte inferior de una cara con nariz, boca, bigote y barba que tenía inscritas dos frases: “el impuesto de barba ha sido recaudado” y «la barba es una carga superflua”. Quienes se oponían al impuesto eran afeitados a la fuerza públicamente.

La verdad es que esto no es nada si lo comparamos con que Enver Hoxha, el dictador de Albania, llegó a prohibir la barba ya en el siglo XX: en la década de 1970, bajo el argumento de imagen e higiene, por lo que la prohibió totalmente castigando con días de encarcelamiento a quien reincidía en dejarse la barba.

Pero, si queremos un impuesto aún más absurdo basta con remontarnos a la época de “Su Alteza Serenísima Santa Anna” en México, que durante su gobierno instauró un impuesto a las ventanas. Entre más ventanas tuviera tu casa, más impuestos pagabas.

O, pero aun, remontarnos a época romana, Vespasiano, emperador desde el año 69 al 79 d.C. creó un impuesto sobre la orina. Esta se usaba para tratar telas, blanquearlas y curtirlas. Pero también como dentífrico y enjuague bucal. Quien la compraba pagaba una tasa por ello.

Así es que, si este impuesto a la plusvalía se les hace absurdo, pensemos en que ha habido unos “loquillos” allá afuera más absurdo que nuestro Jefe de Gobierno. O, peor aún, no le vayamos a dar más ideas…

Barba
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