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El escritor Jordi Soler te cuenta dónde comprar viniles en Londres

El reconocido escritor mexicano nos habla de su experiencia en las calles londinenses buscando tiendas de discos
mar 17 enero 2017 09:17 AM
Tiendas de discos en Londres
Tiendas de discos en Londres Comprar discos en Soho es una tradición.

En el siglo XXI la música y los libros han dejado de ocupar espacio físico. Una biblioteca cabe en un Kindle y en un iPod puede meterse una colección enorme de música, que se oye pero ni ocupa espacio ni puede, digamos, palparse. La ausencia de materia, en los libros y en la música, ya no nos permite descubrir, a simple vista, al melómano o al lector; ahora hay que hurgar en las tabletas para saber con quién está uno hablando.

En el siglo XX, cuando entrabas a una casa sin libreros, y sin discos, pero con carpetitas tejidas y payasitos de Lladró, sabías que la música y la literatura tenían sin cuidado a sus habitantes. Aunque la verdad es que en este siglo el que oye música, además de comprarla por internet, o piratearla, y archivarla en un dispositivo electrónico, todavía conserva restos del siglo anterior, unas cuantas repisas llenas de CD’s, y algunos LP’s que se le quedaron de la época de las tornamesas.

Así como la cantidad de libros y de discos habla de los habitantes de una casa, también lo hacen las librerías y (cada vez menos por desgracia) las tiendas de discos que hay en las ciudades. En Londres abundan las librerías y hay una buena cantidad de tiendas de discos LP, aquellos círculos de pasta, grandes y negros, que han logrado colarse a este siglo, pasando por encima de los CD’s, gracias a la resurrección provocada por los DJ’s.

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Pero el asunto de la resurrección del LP va más allá de los DJ’s y en Londres da para vestir una zona del barrio del Soho, con énfasis en la calle Berwick, que se hizo famosa, hace casi veinte años, porque aparece en la portada del álbum (What’s the story) Morning Glory?, de Oasis.

Rough Trade
Un clásico de Londres

En esta calle por cuyo asfalto ha caminado toda la escena musical de Londres, se organiza cada año el Record Store Day, un guateque que consiste en cerrar la calle y montar un escenario en el que tocan bandas de actualidad, y alguna que otra reliquia como Adam and the ants, que tocaron ahí hace un par de meses, en el último festejo. Por la calle Berwick y sus alrededores, como contagiados por la resurrección del vinil, deambulan los londinenses por las banquetas, entrando y saliendo de cafeterías, restaurantes con mesas en la calle (cuando el clima lo permite), mercadillos de productos orgánicos, sex-shops, pubs, tiendas de ropa normal o hipster, con sus pantalones color mostaza, o papaya, copando los aparadores.

Por Berwick, la tierra del vinil, circula lo más granado del Soho, en un desfile humano permanente que se ha formado a partir de dos corrientes que han experimentado una colisión pacífica y, incluso, armónica. Los hipsters, esos jóvenes millennials, ya no tan jóvenes, de barba, pantalones mostaza arremangados, suetercito de su tío abuelo y camisa abrochada hasta el último botón, se combinan a la perfección con los habitantes más adultos del Soho, que son quienes originalmente, hace cincuenta años, ya llevaban el suetercito de tío abuelo, que siguen vistiendo con entereza, y los pantalones color papaya, zancones después de medio siglo de lavadas y una barba que puede parecer hipster pero que, en realidad, se debe a que la pereza de haberse rasurado día tras día, durante cinco décadas, los ha hecho revelarse contra la espuma y la navaja.

De manera que estas dos tribus en colisión, donde hay hipsters jóvenes, y no tan jóvenes, y viejos del barrio, visitan religiosamente las tiendas de vinil, unos para estar a la moda y otros para estar cerca de esa vida que ya casi se les fue. Lo cierto es que cuando se cruza la puerta de estas tiendas, se entra a un Londres atemporal, o quizá a un espacio donde el tiempo se ha hecho elástico y comprende una gran franja de cincuenta años, que va de 1964 al año 2014, y uniforma a todos los que conviven ahí adentro, a los que, con su barba y su pantalones papaya, van pasando portadas de vinil con las manos metidas en los viejos exhibidores de madera. Quién se aventura en estas tiendas, no solo ha estado en el corazón mismo de Londres, también ha logrado absorber, en cuarenta y cinco minutos de estancia, cincuenta años de experiencias fantasmagóricas alrededor de esa bendita actividad, al borde de la extinción, que es buscar discos en un exhibidor.

Mientras me sumergía en esta experiencia espacio-temporal, en la tienda Black Market (25,D’Arblay St.) hablé con The Dub Vendor, un hombre de color, y entrañable personaje, con capucha de tono mostaza, que mezcla discos en una añosa tornamesa, y con Elliot, un hipster de mediana edad, o quizá solo un adulto de sueter verdoso con cuadritos en el pecho, que sabía perfectamente, igual que el Dub Vendor, al que termine llamando simplemente Dub, quien era el Captain Beefheart y que Bryan Ferry, antes de fundar su legendaria Roxy Music, en ese mismo barrio londinense, no sabía tocar ni un instrumento musical. Además de la tienda Black Market, voy a poner aquí otras cuatro fundamentales, en las que el fotógrafo y yo nos metimos a experimentar la resurrección del vinil y el Londres fuera del tiempo: Sister Ray (34-35 Berwick St.), Reckless Records (30, Berwick St.), Phonica (51, Poland St.) y Sounds of the Universe (7, Broadwick St.)

Phonica
Una parada obligada.

Agotada la experiencia musical en el Soho hay que plegar velas y recogerse en alguno de los pubs del barrio, pedir una pinta de cerveza oscura, sentarse en un banco con vistas a la calle, a ver pasar esa multitud diversa, plural, enloquecida y gloriosa, eso que en pleno siglo XXI sigue siendo el swinging London.

Melomanos
Los amantes de la música realizan habitualmente el recorrido por las tiendas de Londres.

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